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Desde el cockpit – Cuarentena: vuelo especial hacia el interior del país, contado por un piloto

Camino al aeropuerto

Suena el despertador, todavía no se ve la luz del día, tengo que prepararme para ir a trabajar. No me gusta madrugar, pero no me quejo: yo elegí este trabajo y lo hago con pasión.

Esta vez existe una razón más: elegí ser voluntario para colaborar junto con el resto de mis compañeros, en el traslado de miles de argentinos de regreso a sus hogares en las distintas ciudades del país.

No fue fácil conciliar el sueño la noche anterior, me había acostado pensando en el riesgo de contagio del maldito coronavirus. Imposible no pensar en eso, somos humanos.

El auto que me llevaría al trabajo estaciona en la puerta de mi casa.

Salgo, saludo al conductor con un «hola, buen día», y conservando distancia le pido disculpas por no darle la mano. Lo entiende y creo que a la vez se tranquiliza porque me contesta «todos hacemos lo mismo».

Me abre la puerta trasera, no es habitual, siempre viajamos adelante acompañando al conductor. Los dos entendemos que es una medida de prevención.

Arrancamos el viaje hacia el aeropuerto. En el auto comienzo a preparar el vuelo y hago una llamada no habitual: pregunto por el origen de los pasajeros, y me contestan que provienen de vuelos que llegaron desde el extranjero y que todos tenían el domicilio en la ciudad de destino. Le consulto también por unos elementos de protección sanitarios que la empresa nos proporcionaría, acordando la entrega antes de subir al avión.

Hay muy poco tránsito en el camino, más allá de ser temprano. 

Llegamos al aeropuerto, y veo a la policía controlando el acceso a la terminal. Sólo ingresan pasajeros y personas que van a cumplir funciones en el aeropuerto, entre ellos, las tripulaciones de los muy pocos vuelos programados.

Bajo del auto. Ingreso a la terminal. Todos los locales cerrados. Muy poca gente en los mostradores de check-in.

Desde la Sala de tripulaciones hasta el avión

Llego a la sala de encuentro de las tripulaciones. Saludo de lejos a los que están, con alguna broma «forzada» para justificar un saludo no habitual. Todos entendemos, todos sentimos «esa cosa» que nos da volar justo hoy, con esta pandemia.

En la sala somos los únicos tripulantes. Sobra espacio, entonces los reúno para un briefing, agregando las medidas de prevención y repasando el protocolo para el caso de que tenga que activarse si existiesen pasajeros con síntomas de coronavirus.

Salimos del punto de encuentro de las tripulaciones, pasamos el control policial y caminamos hacia el avión.

No había movimientos a esa hora, y durante el día sólo serían unos pocos vuelos, menos de diez totales entre todas las empresas.

Todos nos saludamos con distancia, pero con una sonrisa y un «cómo estás ?».

Me acerco a quien nos entregaría los elementos de cuidado sanitarios proporcionados por la empresa, los tomo, se los entrego a mis compañeros tripulantes y subo último al avión.

Preparación del vuelo y embarque de pasajeros

Ingresamos al avión y ya todos habían realizado sus trabajos: personal de mantenimiento había cumplido con la verificación técnica previa, estaba finalizando la carga de combustible, el personal de limpieza ya había hecho su tarea y el avión estaba impecable.

Los tripulantes de cabina comienzan la revisión de elementos de seguridad y reciben las bandejas con el desayuno para la tripulación.

Ingreso a la cabina de comando, y veo que el primer oficial estaba limpiando botones, perillas, controles de vuelo. Enseguida me «contagié» e hice lo mismo de mi lado.

El cockpit quedó como un quirófano. Me quedé tranquilo: estaba claro que no era el único preocupado por el virus.

Continuamos con las tareas técnicas: verificaciones de seguridad, inspección exterior, solicitud del permiso de tránsito, preparación de la cabina, carga de datos en la computadora. El tramo de ida sería volado por el primer oficial y yo lo asistiría.

Comienza el embarque en el horario previsto. Llegan los pasajeros, muchos con barbijo. Puedo verlos a través de la ventanilla lateral trasera.

Finalizando el embarque, el despachante viene y me entrega el manifiesto de peso y balanceo, el personal de tráfico le entrega documentación al comisario de a bordo, verificamos que coincidan la cantidad de pasajeros en ambos documentos: avión completamente lleno.

El comisario cierra la puerta delantera izquierda. Veo la indicación en el panel del cockpit y escucho el ruido habitual. Doy la voz de mando: «Tripulación, puertas en armado». Veo que la «manga» (pasarela de embarque) se aleja del avión. El comisario me avisa que la cabina está en condiciones para iniciar el vuelo.

 

Pido el permiso para el retroceso y la puesta en marcha, mientras que el primer oficial se contacta con el personal de mantenimiento que nos asistiría en el arranque.

 

Iniciando el vuelo

La aeronave es remolcada hacia atrás, la zona de motores está libre y comenzamos con la puesta en marcha. No se mueve nadie más en la plataforma, todos los aviones «durmiendo», por la hora (aviones «remolones» porque ya era de día) y por la cuarentena obligatoria.

Los motores están en marcha, despedimos a nuestros compañeros de mantenimiento y ya estamos listos para rodar hacia la pista en uso. El controlador nos autoriza el rodaje, y comenzamos a transitar por la plataforma y la calle de rodaje.

Es raro ver la plataforma con todos los aviones estacionados a plena luz del día, porque esa situación normalmente sucede en el primer vuelo de la mañana, en los «madrugones».

Seguimos nuestro rodaje, la tripulación de cabina ya está lista para el despegue, cumplimos todas las listas y todo sigue «raro», una situación no habitual.

Normalmente la frecuencia de rodaje es diferente a la de torre, por la carga de trabajo de los controladores: Esta vuelta no. Nunca cambiamos de frecuencia, realmente había un «silencio de radio».

El controlador nos autorizó a ocupar la pista y despegar.

En el aire

Alineado el avión en la pista, iniciamos el despegue.

El primer oficial comienza la acelaración, yo tomo el control de aceleradores hasta que llegamos al punto donde no podemos detenernos en la distancia de pista remanente: V1 (V one).

Anuncio «rotate» y mi colega acciona los controles, haciendo que el avión se eleve suavemente hasta que las ruedas dejan el suelo, retraigo el tren de aterrizaje y unos segundos después se produce esa «paz» que sentimos todos los pilotos cuando el avión se encuentra definitivamente en el aire. Porque eso es lo que queremos: volar, y no estar en tierra.

Continuamos el ascenso, el controlador nos transfiere con el Control Baires, donde tampoco se escucha a ningún colega. No hay nadie en el aire.

Seguimos nuestro viaje, estamos ahora bajo el área de control de Ezeiza.

Alcanzamos el nivel de crucero, la meteorología es impecable, apago el cartel de «ajustarse los cinturones», pero en realidad, nuestros compañeros TCPs no brindarán el servicio de a bordo como medida de prevención.

Hago un anuncio para los pasajeros, informándoles sobre las condiciones del vuelo y del destino, y como siempre, agradeciéndoles la elección de volar con la línea de bandera.

El vuelo es corto, en menos de una hora comenzamos el descenso hacia el destino.

La ausencia de otros tránsitos y las condiciones visuales, nos permiten acortar nuestra aproximación.

Llegada al destino

«Autorizado a aterrizar» nos dice el controlador. Así lo hace mi colega. Los pilotos siempre decimos con humor que «es bueno hacer coincidir la cantidad de despegues con la cantidad de aterrizajes».

Rodamos hacia la manga. Ninguna otra aeronave en la plataforma. Imposible no hacer un comentario sobre esa «soledad». Realmente triste por todo: por la pandemia para la humanidad, por las consecuencias negativas para la aviación comercial.

Estacionamos el avión, coloco el freno y mi colega se encarga de apagar los motores y configurar la cabina al finalizar el vuelo.

Nuevamente doy la voz de mando que los pasajeros escuchan: «Tripulación, puertas en desarmado». Con eso, la tripulación de cabina desarma los toboganes de emergencia para que puedan abrirse las puertas. 

Eso es lo que sucede: se abre la puerta delantera izquierda y los pasajeros bajan por la manga.

Vuelvo a verlos con el barbijo, caminando por la manda, guardando distancia entre ellos, sin el «apuro» habitual que se observa otros días.

En la escala

Finalizado el desembarque, y antes de que comience la preparación del tramo de regreso, salgo de la cabina y les pregunto a mis compañeros cómo están, cómo vieron a los pasajeros.

Me comentan «escondidos» en sus barbijos que están bien, y que los pasajeros estuvieron muy tranquilos, que ninguno dejó su asiento durante el vuelo y que al bajar, saludaban y algunos agradecían.

Ahora podemos pensar todos: «los trajimos de nuevo a casa», y con eso, comenzar a preparar el regreso.

Este tramo tiene muy pocos pasajeros, no pregunté, pero seguramente se trata de gente que regresa a sus hogares en la Ciudad de Buenos Aires, o al extranjero, porque «la repatriación» la están haciendo varios países.

 Regreso a base y finalización del servicio

Nuevamente se repetirán los mismos procedimientos y maniobras para regresar.

En este tramo me toca ser el piloto que vuela, y mi colega me asistirá y se encargará de las comunicaciones.

Con la buena meteorología y el poco tránsito, mi mente pensaba en volar de forma manual (sin piloto automático) el mayor tiempo posible, para disfrutar más del vuelo, como en general nos gusta a los pilotos.

El saludo con nuestros compañeros de la escala lo hacemos con «ojalá nos veamos pronto». Todos imaginamos que los vuelos especiales terminarán en pocos días y que no habría ninguna programación confirmada para el mes siguiente, porque no es posible conocer la evolución de la pandemia ni las medidas que tomarán las autoridades.

Iniciamos el vuelo y todo transcurre muy similar a la ida.

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Aterrizamos en Aeroparque, rodamos hasta la posición de estacionamiento en plataforma, apago los motores y en la mente me cruzan dos cosas: «cuándo será mi próximo vuelo ?», y  «ojalá no nos hayamos contagiado nada».

 

Descendemos todos del avión con la alegría de haber llevado a nuestros pasajeros a sus hogares y a la vez, con la innegable tristeza y preocupación por la situación general.

Caminamos hasta el lugar donde nos espera el transporte que nos llevará a nuestros domicilios. Tengo suerte, me toca el mismo auto y conductor.

 Llegada a casa

El auto se detiene frente a mi casa, me bajo, saludo al conductor y «apunto» hacia la puerta de servicio.

Una vez adentro, comienzo la «fumigación» (rociado) con alcohol para todo el uniforme y la valija de vuelo, terminando todo bajo el Sol para aprovechar los 30 grados de temperatura «anti-virus».

La mente sigue «trabajando» con la alegría de haber cumplido con el trabajo y la preocupación de no haber contagiado ese virus.

Por qué se hacen estos vuelos especiales ?

No todos los lectores son de Argentina, entonces no está demás mencionar algunos antecedentes.

El pasado 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró como pandemia al coronavirus COVID-19, y dos días después, las autoridades argentinas comenzaron a dictar diversas medidas que afectaron al funcionamiento habitual de la aviación comercial en nuestro país.

A partir del 17 de marzo, sólo Aerolíneas Argentinas operaría vuelos hacia y desde los países declarados como «zonas afectadas», y posteriormente la autoridad aeronáutica autorizó vuelos de otras líneas aéreas.

El 20 de marzo comenzó a regir el «aislamiento social, preventivo y obligatorio» decretado por el Gobierno Nacional, y en virtud de ello, dentro del país sólo se podrían trasladar excepcionalmente aquellos ciudadanos o residentes con domicilio comprobable en las ciudades de destino, tanto por vía terrestre como en vuelos especiales (autorizados), con el fin de que cumplan la cuarentena obligatoria en sus respectivas residencias.

Agradecimiento

En la operación de un vuelo intervienen muchas personas, que realizan diferentes actividades para que se cumpla: conductores que transportan a los trabajadores de la línea aérea, policía y trabajadores sanitarios, personal de tierra de la empresa, controles de seguridad en el aeropuerto, aprovisionamiento del avión (comida y combustible), personal de higiene, técnicos de mantenimiento, y otros menos visibles pero igual de importantes a todos, como personal administrativo, coordinadores del centro de control de operaciones, meteorólogos, bomberos, médicos y enfermeros, controladores de tránsito aéreo, entre otros. 

Luego el vuelo se desarrollará con la función específica de los tripulantes de cabina y pilotos.

 Todos son los actores de las operaciones, a todos ellos expreso mis felicitaciones y agradecimiento por el esfuerzo adicional de estos días, más allá de cumplir con el trabajo.

@GaboAir
GaboAir
GaboAir
Colaborador y asesor de Aviacionline.com. Piloto de línea aérea.

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11 COMENTARIOS

  1. La sensación de alegría que me deja el relato. Gracias x compartir. Ojalá pudiera hacer lo mismo que ustedes…

  2. La verdad un lindo relato para ver la contracara de las noticias relacionadas con el virus. Para mí volar es una experiencia muy linda. Gracias a estos buenos gauchos que con su buena voluntad facilitan la vida de quienes necesitan ser transportados.

  3. Muy buena nota y esperemos que pronto puedas volver a volar y un agradecimiento muy especial porque fuiste uno de los pocos que se acordó de todas las personas que hacen posible que estos y todos los vuelos sean posibles, yo soy uno de los tantos chóferes que los pasa a buscar por sus domicilios y los llevamos a los aeropuertos y viceversa. Espero que como dijiste pronto nos podamos volver a saludar dándonos la mano o con beso o un abrazo depende la confianza. Y puedan volver a viajar adelante con nosotros haciendonos compañía hasta el destino.
    Con todo esto nos damos cuentas de que se extrañan pequeñas cosas como esas y no lo material. Saludos y espero nos volvamos a ver pronto.

  4. Muchas gracias Señor Comandante por su relato, lo he leído con mucha atención toda su actividad que en algunos aspectos desconocemos, ojala pronto se reinicien los vuelos y pueda volver a su trabajo que tanto ama, y yo desde mi casa escuchar el ruido de las turbinas que tanta emoción me produce. Nuevamente muchas gracias Señor Comandante, como asi también a toda su tripulación. Desde Rio Gallegos Pcia Sta. Cruz.

  5. Excelente narración Capitán, muchas gracias por compartir su experienciacon los que somos aficionados al palo pero la miramos desde afuera.

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